15 de septiembre de 2010

El propósito

Cómo hacer, cómo meditar sobre algo tan fuerte como el propósito?

Esta palabra cobra un significado nuevo para mí, con tanta carga como para lanzarnos por caminos de comprensión, de esperanza, da un cosquilleo muy especial dentro, me hace plantearme sobre la verdad interna con la que acometo el trabajo.

Yo me he preguntado desde hace mucho tiempo el por qué de mis búsquedas, qué cosas me movieron en una u otra dirección, en el paisaje. Desde dónde orienté mi dirección, qué buscaba, qué aspecto del mundo, de las personas, de las relaciones, me atraía o me causaba rechazo.

Cómo decía el Maestro? “ha de estar en la médula de lo que crees, la clave de lo que haces”, cuánta sabiduría, qué poco entendimiento me asiste en este momento

Descartando lo viejo y lo aleatorio, aquello que ya probó su falta de significado, lo que deja el vacío por delante, creo, va cerrando un círculo hacia un centro, que tenga que ver más con aspiraciones más “nobles”.

Y me pregunto, podré, de este modo, encontrar un significado que salte por encima de lo compensatorio? En todo caso, a medida que la vida pasa, qué crece en mí, la felicidad o el sufrimiento?

Si el mundo me entrega esa sensación de que, ya no hay nada que me motive, nada que merezca la pena vivirse, si el fraude consumado no deja dudas, si los modelos están agotados y el fracaso se ve por doquier, tiene, necesariamente, que surgir algo, que le de significado a la continuidad de mi propia existencia.

Creo que es necesario que irrumpa ese fenómeno transformador, que desde mi interior surja la alegría, la sabiduría y la bondad, capaz de dar una dirección nueva, para mi, para mis hijos y para el mundo que me rodea.

Rubén Alberto

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