Voy a contar la historia mil veces cantada de héroes y luchadores incansables de hazañas y fracasos. Intentos de la vida por abrirse paso.
Esta es la historia del Señor del Sí, semidiós anónimo de una era oscura de quien pocos supieron su verdadero nombre apenas una S inscripta en su lápida.
También es la historia de ese pueblo psíquico; aquél que él solo, sí, él tan solo, lograra formar.
Comenzó en América continente joven del planeta azul de una galaxia alejada del centro de este universo.
En aquellos tiempos el caos asolaba campos y ciudades. Seres ocultando sus rostros en las sombras
acallaban con difamación, persecución y muerte a quienes osaran alzar su voz con ideas nuevas.
Desesperación, rebeldía y a la vez la esperanza anidaban en las almas de jóvenes humanos.
Algunos las armas tomaron para destruir la crueldad reinante. Otros, rechazando a los poderosos tomaban la paz como signo de lucha buscando salida con extrañas sustancias.
Un joven desconocido aún recurrió a su lúcida mente y noble corazón como el instrumento para Despertar al hombre dormido en su propia ilusión.
En las altas montañas él decía acerca del deseo y la violencia arraigada en el corazón de los humanos cubriendo el planeta con el sufrimiento. Señaló el camino de liberación único no falso de aquello que adentro de cada ser frena la vida impidiendo el vuelo.
Quienes supieron oír a aquel hombre bueno transitaron a través de un arduo sendero ¿Cuántos escollos, y de qué tamaño, habrán debido superar? ¿Qué tarea no habrán tenido que acometer con tesón a ciegas?
En medio de la selva, en cumbres despobladas en pos de un paradigma y el Sentido anhelado allí iban ellos poniéndose a prueba superando límites no sólo el de sus cuerpos sino sobre todo ese de sus mentes.
Algunos no lograban avanzar por la escabrosa senda. Se dice que sólo continuaron quienes sin saber escucharon en el silencio de su noche interna el quedo susurro que en ecos de montaña llegaba a todo aquel que a corazón abierto buscaba en su interior la sagrada señal.
Apenas un puñado de esos primeros tomaron sus naves llegando a tierras lejanas; a miles de lenguas, a miles de almas, con el mensaje que cambió sus vidas. En sutil ligazón se fue entretejiendo ese pueblo mental, extendiéndose en todas direcciones del bello planeta desde el norte al sur, del este al oeste, sin frontera alguna.
Como anunciara aquel extraordinario hombre se avecinaban tiempos aún más oscuros. Deseos egoístas Iban aumentando la sórdida violencia ¿En el rincón de qué alma no había sufrimiento?
En medio del despojo de toda humanidad el Señor del Sí entregaba al mundo su sabiduría profunda, la fuerza, la paz, su amor, alegría e infinita bondad. Una sola frase unía todo esto: “Trata a los demás como quieres que te traten”.
Hubo quienes tomaron esta regla por ser justa medida de la mayor grandeza humana; para otros, ese era el acto supremo que enhebraba el hilo de la eternidad.
Llegando el final de sus días aquí en este tiempo, él decía:
“Una tormenta aún mayor asoma ya en el horizonte. Como nunca antes peligra esta especie. Hoy el mundo es uno solo conectado en invisible red. Lo que pase aquí o más allá se esparcirá en todas partes. Como el Ulises del mito, debemos atarnos al mástil a fin de que el mar embravecido no nos engulla. Haremos lo imposible, redoblando esfuerzos, para dar a quien lo necesite aquello que sabemos hace feliz y libre”.
¡Qué espantosos fueron los tiempos que siguieron! ¡Nadie estaba a salvo sin su centro interno! Unos y otros violentándose entre sí tratando de escapar a la locura, enloquecidos y aquel pueblo mental inmerso en ese mundo nunca antes había tambaleado tanto. El ruido ensordecedor del huracán y la furia de sus vientos descontrolados a punto de hacerlo sucumbir... Su temple a prueba.
Entonces, recordaron las palabras de su Guía quien siempre supo llevarlos a buen puerto.
“Todo estará bien cuando profundices en ti. Allí nos encontraremos nuevamente”
Con esta certeza calmaron su mente y su corazón en quietud amable el relámpago interno los iluminó ascendiendo así cual etérea magia al gran vacío hogar de significados sagrados, del impulso puro Sentido que desde antes del inicio de la historia da vida y movimiento a lo existente despejando caminos, trayendo el alba.
Así fue que cuando aquellos humanos volcaron su mirada sobre lo profundo de sí en ese breve instante alcanzaron finalmente a ver eso inasible que fluye cual león alado del que hablara el Señor del Sí
Entonces, se dijo más luego:
…Y llegó el cóndor en su majestuoso vuelo despejando a su paso la niebla que desde tiempos remotos cubría las ciudades del planeta azul manteniendo a sus pueblos en lucha constante. Distante el padre del hijo, distante el hermano de su hermano, distante un humano del otro.
Ninguno recordaba cuándo fue que su mundo cayó en tinieblas, ni cómo la niebla la había reemplazado pero ya era insostenible para cada alma continuar así. Poblaciones enteras vagando de aquí para allá sin hallar su rumbo.
Cuando avistaron al cóndor por vez primera nadie supo decir a ciencia cierta su origen. Sólo circulaban rumores que alguno recordaba de épocas similares en un pasado lejano. Lo cierto era que aquel que vio o supo del vuelo del cóndor, comenzó a preguntarse al fin ¿quién soy… hacia dónde voy?, respondiéndose en silencio día a día y, luego de tanto tiempo, ocurrió que el sol comenzó a anunciar la nueva alborada.
Yo comprendí todo acerca de ese cóndor al regresar del no-tiempo y el espacio ilimitado; cuando todo se aquieta y, en un instante soñado o vivido, uno está-no está-y vuelve a estar.
Comprendí el afán de posesión y los temores que violentaban a los hombres de entonces; supe de su furia enceguecida tiñendo de rojo oscuro al mundo con su destrucción. Pude palpar el desamparo, la desesperanza y el fracaso de aquellos humanos; supe también de su incesante búsqueda del sol, aquel que sus ancestros habían alabado, ese amado ser alentando a la vida con su calidez esperanzadora.
Supe de las altas montañas y esos picos nevados de la larga serpiente de occidente; esa cordillera que atravesaba todo un continente del planeta Tierra. Tuve certeza de que el cóndor recorrió enormes distancias, en tiempo y espacio, para llegar aquí. Y en medio del sonido del vuelo rasante del cóndor, escuché el mensaje del Señor del Sí, trayendo la luz.
Anónimo, hallado en un refugio andino, aproximadamente de mediados del siglo XXI
Norma B. Coronel – febrero del 2012 – Parque La Reja, Bs.As. – Argentina
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