25 de marzo de 2011

SOBRE LA FE. SILO 1968

Nosotros diremos que para oír, lo primero es tener oído, tener ese ojo del cual hablamos, sin el cual es imposible ver u oír. O sea, en una primera etapa, no se trataría de oír bien sino de construir un oído. Para nosotros, en un principio largo y difícil, construir un oído es desarrollarnos a nivel del hombre del umbral, pero de ese modo quedaría todo dicho y no podríamos exponer algunas ideas que podrían servir a los interesados.

Decíamos Fe especial, pues sobrepasa el concepto de creencia y el concepto ordinario de Fe.

Volvamos al pequeño diccionario para ver que otras de las acepciones que propone, es: “Virtud por la cual creemos verdades divinas”, y como no estábamos ciertos de qué es lo que la gente entiende por virtud, vimos allí que se trataba de: “una disposición del hombre para obrar”. Pero nosotros sabemos que el hombre común no tiene alma; hasta el pequeño diccionario, opina que es una “sustancia espiritual e inmortal del hombre”

Sabemos que el alma –ánima- debe ser construida penosamente para hacerse recién después, acreedora a un destino. Sabemos que el hombre máquina no posee voluntad y que nada “hace”, sino que todo le “sucede”. Para estudiar entonces el tipo de Fe que correspondería al hombre en vías de desarrollo, remitámonos a ciertos aspectos fundamentales del Trabajo.

En la etapa de la cual hablamos, la preocupación está puesta en conocerse a sí mismo, es conocer la propia máquina como condición previa para más tarde poder dejar de ser una máquina.

En esta etapa, el sujeto estudia sus funciones, la corrección de sus centros de gravedad, sus reacciones, sus ciclos, su inevitable mecánica particular de dependiente de una máquina más amplia que lo contiene y lo determina.

En esta etapa, su pensamiento relacionante se desarrolla y tiende a ser menos dominado por raciocinios exclusivamente causales y asociativos; el mismo conocimiento de su estructura, por elemental que éste sea, lo lleva a considerar el Universo como una estructura donde todo se mueve articuladamente de acuerdo a leyes objetivas. Es esto último, precisamente lo que lo hace acreedor a una Fe distinta a la del hombre ordinario.

Es Fe, la del hombre de Trabajo, que se caracteriza por cierto grado de certeza; no decimos claridad analítica hacia lo que provoca la Fe, que destruiría el concepto de Fe; sino la de “certeza de creer en...”, como corolario de sus certezas en creencias menores, que ya han dejando de ser creencias para transformarse en evidencias.

Seamos más claros.

Si he acostumbrado mi mente a desechar el análisis de un fenómeno aislado, desconectado de aquellos otros que lo explican.

Si he comprobado experimentalmente la interconexión de fenómenos y la necesidad de comprenderlos de acuerdo a su posición en una estructura general.

Si entiendo que un sistema cualquiera se comprende teniendo en cuenta el medio en que se desenvuelve, el sistema mayor que lo alimenta y uno menor que recibe del mismo.

Si he comprobado ciclos de una planta que nace, crece y decae, y he relacionado esos ciclos con mis propios ciclos, relacionando velocidades y utilidades.

Entonces diré que comienzo a usar mi forma de pensar relacionante. Y entonces me preguntaré por qué estoy en el Camino. Por qué yo estoy en esta fecha y en este ciclo. Entonces relacionaré grupos y acontecimientos, con la etapa histórica en que vivo, entonces los fenómenos que ocurrirán no se me presentarán aislados como al hombre común, sino relacionados. Esta relación será el hilo de la madeja. La madeja descubrirá el Sentido.

Lo anterior, es un aspecto del problema. Una base para desarrollar el oído del cual hablamos. Para el que está en el Trabajo se necesitará que no sólo perciba de una forma especial, sino que distinga los rasgos del hombre despierto, que él mismo desea llegar a ser. Y si no puede, que distinga los frutos para así reconocer el árbol.

A causa de todo esto; de comprobar que el Trabajo en uno, y de evidenciar experimentalmente que lo ya realizado en esta orientación es “verdad”, podrá dar a su Fe un tinte de certeza. Será esta Fe especial de individuo selecto lo que simiente la creencia futura del hombre ordinario. La misión es vital.

El futuro de la humanidad depende del tipo de puente que se le extienda, de su solidez, del lugar adecuado donde se construye, en la fecha de la gran crecida de fenómenos por ocurrir.

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