A nosotros nos importa mucho este problema de la acción y de la justificación de la misma. Bien saben ustedes, que no se puede justificar la acción con una teoría del absurdo, en donde de pronto aparece de contrabando el compromiso. Sucede que estoy comprometido con eso, y por eso debo cumplirlo. Una especie de coacción bancaria. No puedo establecer ningún tipo de compromiso si el mundo en que vivo es absurdo y termina en la nada.
¿Cuál es la base de la acción válida? La base de la acción válida no está dada por las ideologías, ni por los mandatos religiosos, ni por las creencias, ni por la regulación social. Aún cuando todas estas cosas sean de mucha importancia, la base de la acción válida no está dada por ninguna de ellas, sino que está dada por el registro interno de la acción. Hay una diferencia fundamental entre esta valoración que parece provenir del exterior, y esta valoración que se hace de la acción por el registro que el ser humano tiene de lo que precisamente hace.
¿Y cuál es el registro de la acción válida? El registro de la acción válida es aquél que se experimenta como unitivo; es aquél que da al mismo tiempo sensación de crecimiento interno, y es por último aquél que se desea repetir porque tiene sabor de continuidad, es decir, se extiende en el tiempo. Examinaremos estos tres aspectos de modo separado. El registro de unidad interna por una parte, la continuidad en el tiempo por otra parte.
Frente a una situación difícil, puedo yo responder de un modo o de otro. Si soy hostigado por ejemplo, puedo responder violentamente, y frente a esta irritación que me produce el estímulo externo, y esta tensión que me provoca, puedo distenderme, puedo reaccionar violentamente, y al hacerlo experimentar una gran sensación de alivio. Me distiendo. Así pues y aparentemente, se ha cumplido la primera condición de la acción válida: frente a un estímulo irritante lo saco de enfrente y al hacerlo me distiendo, y al distenderme tengo un registro unitivo.
La acción válida no puede justificarse simplemente por la distensión, porque sucede que aunque me distienda en ese instante, no tiene, ese registro, continuidad en el tiempo. En el momento A produzco la distensión al reaccionar de ese modo; en el momento B, no estoy para nada de acuerdo con lo que hice. Esto me produce contradicción. Y esa distensión no es unitiva por cuanto el momento posterior contradice al primero. Es necesario que cumpla además con el requisito de la continuidad en el tiempo sin presentar fisuras, sin presentar contradicción.
Así podríamos presentar numerosos ejemplos, en donde esto de la acción válida para un instante no lo es para el siguiente, y el sujeto no puede cabalmente, tratar de prolongar ese tipo de actitud, porque no registra unidad sino contradicción.
Pero hay otro punto, el punto de que tampoco registra una suerte de sensación de crecimiento interno. Hay numerosas acciones que todos hacemos durante el día, determinadas tensiones que aliviamos distendiendo. Estas no son acciones que tengan que ver con lo moral; y las realizamos y nos distendemos y nos provoca un cierto placer, pero ahí queda. Y si nuevamente surgiera una tensión, nuevamente la descargaríamos con esta suerte de efecto de condensador, donde sube una carga, y al llegar a ciertos límites se la descarga. Y así, con este efecto condensador de cargar y descargar, nos da la impresión de que estuviéramos metidos en una eterna rueda de repeticiones de actos, en donde en el momento en que se produce esa descarga de tensión, la cosa resulta placentera, pero nos deja un extraño sabor de que si la vida fuera simplemente eso, una rueda de repeticiones, de placeres y dolores, la vida, claro, no pasaría del absurdo. Y hoy, frente a esta tensión, provoco esta descarga. Y mañana del mismo modo..., sucediéndose la rueda de las acciones, como el día y la noche, continuamente, independiente todo de la voluntariedad humana, independiente todo de la elección humana.
Hay acciones, sin embargo, que tal vez muy pocas veces hallamos realizado en nuestras vidas. Son acciones que nos dan gran unidad en el momento. Son acciones que nos dan además registro de que algo ha mejorado en nosotros, cuando hemos hecho eso. Y son acciones que nos dan una propuesta a futuro, en el sentido de que si pudiéramos repetirlas, algo iría creciendo, algo iría mejorando. Son acciones que nos dan unidad, sensación de crecimiento interno, y continuidad en el tiempo. Esos son los registros de la acción válida.
Nosotros nunca hemos dicho que ésto sea mejor o peor, o deba coercitivamente hacerse. Hemos dado más bien las propuestas, y los sistemas de registros que corresponden a esas propuestas. Hemos hablado de las acciones que crean unidad o crean contradicción. Y por último, hemos hablado del perfeccionamiento de la acción válida, por la repetición de esos actos. Como para cerrar un sistema de registros de acciones válidas, hemos dicho: "Si repites tus actos de unidad interna, ya nada podrá detenerte". Eso último habla no sólo del registro de unidad, de la sensación de crecimiento, de la continuidad en el tiempo. Eso habla del perfeccionamiento de la acción válida. Porque, es claro, no todas las cosas nos salen bien en los intentos. Muchas veces tratamos de hacer cosas interesantes, y no salen tan bien. Y es claro, nos damos cuenta de que las cosas pueden mejorar, y pueden perfeccionarse; y también la acción válida puede perfeccionarse, y la repetición de aquellos actos que dan unidad y crecimiento y continuidad en el tiempo, y la repetición de las acciones válidas, es el perfeccionamiento de la misma acción. Esto es posible.
Nosotros en Principios muy generales, hemos dado los registros de la acción válida. Hay un Principio mayor, el Principio mayor de todos, aquél que dice: "Trata a los demás como quieres que te traten a tí". Este Principio no es cosa nueva. Este Principio tiene milenios. Ha aguantado el paso del tiempo, en distintas regiones, en distintas culturas. Es un Principio universalmente válido. Se ha formulado de distintas maneras, este Principio. Se lo ha considerado por el aspecto negativo, por ejemplo, diciendo algo así como: "No hagas a otros lo que no quiere que te hagan a tí". Es otro enfoque de la misma idea. O bien se ha dicho: "Ama a tu prójimo como a tí mismo". Es otro enfoque. Claro, no es exactamente lo mismo que decir: "Trata a los demás como quieres que te traten". Y está bien, y desde antiguo se ha hablado de este Principio. Es el más grande de los Principios morales. Es el más grande de los Principios de la acción válida.
Pero ¿cómo quiero que me traten a mí? Porque se da por sentado de que será bueno tratar a los demás como uno quisiera que lo traten a uno mismo. Y ¿cómo quiero yo que me traten a mí mismo? Tendré que responder a eso diciendo que si me tratan de un modo me hacen mal y si me tratan de otro me hacen bien. Tendré que responder acerca de lo bueno y de lo malo. Tendré que volver a la eterna rueda de definir la acción válida, según una u otra teoría, según una u otra religión. Para mí será buena una cosa, para otra persona será mala la misma cosa. Y no faltará alguno que tratará muy mal a otros, aplicando el mismo Principio, (risas); porque sucede que a él le gusta que lo traten mal, (risas). La mente humana es muy compleja, (risas).
Está muy bien este Principio que habla así del tratamiento del otro, según lo bueno para uno, pero estará mejor saber que es lo bueno para uno. Así las cosas, nos interesa ir a la base de la acción válida y la base de la acción válida está en el registro que se obtiene de ella.
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