La primera dificultad es que no es verdad que busco sentido en mi vida, la mayor parte del tiempo experimento que mi vida sí tiene sentido. Es muy difícil buscar algo que se cree que ya se tiene. Sin embargo en esta época de cambio veloz, los acontecimientos golpean nuestras creencias y eso provoca sufrimientos tan grandes, que terminamos por reconocer que estamos totalmente perdidos y nuestra vida no tiene ningún sentido. Estos baldes de agua fría que la vida nos arroja una y otra vez, es la experiencia que llamamos de fracaso. Tenemos confundido el sentido de la vida con nuestros ensueños y deseos. Cuando esos ensueños fracasan, despertamos de la ilusión y nos damos cuenta que estamos perdidos y sin un sentido verdadero. El fracaso permite a la conciencia liberarse por un momento de la prisión de los ensueños. Esta experiencia de fracaso es muy importante y es muy difícil de asumir. La experiencia de fracaso la vivimos todos, pero sólo algunos la reconocen y muchos la ocultan o la niegan.
Cuando ocultamos o negamos nuestros fracasos caemos en el resentimiento, la depresión o el pánico. El reconocimiento del fracaso nos despierta de la ilusión que tiene prisionera a la conciencia, y nos deja en libertad de iniciar una búsqueda nueva. Por esto decimos que esta búsqueda y esta enseñanza es “para los que llevan el fracaso en su corazón”.
Otra dificultad en la búsqueda de sentido, es creer que lo real es externo a la propia conciencia. Nos pareciera que la conciencia capta un mundo externo que es “real”. Creemos que existe una realidad en sí, fuera de la conciencia y que nuestra limitada conciencia no es capaz de captarla en su totalidad. Como creemos que allí afuera es donde está lo real, buscamos lo real y verdadero fuera de la mente. Pareciera que la cosa es de modo muy distinto. La conciencia no capta la realidad sino que la construye y capta el reflejo de su propia intención, capta el mundo que ella misma está construyendo. Entonces lo real es una categoría que no es posible de usar sin considerar a la conciencia.
Es difícil concebir la estructura conciencia-mundo, nos parece que fueran dos cosas, por un lado la conciencia y por otra el mundo, pero es una estructura, es indivisible y no es posible la existencia de solo uno de los términos. Si hablamos de forma y color, entendemos que es imposible que concibamos una forma sin un color, o un color sin una forma; lo mismo sucede con la conciencia, es una estructura conciencia-mundo.
Vivimos totalmente confundidos con el mundo externo y todas las proyecciones y construcciones de la conciencia nos parece que tuvieran existencia en sí y fuera de ella. El amor por ejemplo, nos pareciera que proviene de la persona amada, y no observamos que ese amor que se despertó dentro mío es proyectado a la persona amada. Dios, nos parece que es una sustancia externa a la propia conciencia y el Sentido es algo que nos falta y nos tiene que llegar también de afuera. No podemos conocer la realidad, porque creemos que lo real es externo a la conciencia
En esta búsqueda de sentido se va despertando en nosotros una mirada interna, una mirada que adquiere una profundidad distinta a lo que reconozco como yo, una mirada que observa al yo y está a cierta distancia del yo. Es una mirada muy sensible, una mirada que pone un haz de luz sobre mis contradicciones y mis naufragios. La búsqueda de sentido despierta una mirada interna, pero ésta en lugar de encontrar lo que ensueño y lo que deseo o lo magnífico que soy, se encuentra con mis límites, mi dependencia, mi contradicción, con mi temor, en definitiva con mi yo y sus apetencias. Si la mirada interna es capaz de aceptar eso que ve, si es capaz de observarlo con afecto, la mirada interna tomará contacto con una quietud interna, con un centro, consigo misma.
La última dificultad en la que quiero reparar en este escrito, es la lucha que tenemos que dar con el fantasma de la nada. Las experiencias que nos confirman que hay otra realidad a la cotidiana, comenzamos a degradarlas y a considerar que no son relevantes. Para qué tanto esfuerzo susurra la nada, si al final del camino no encontrarás nada. Los fantasmas no hacen daño pero asustan, nos escondemos debajo de las sábanas y nunca sabemos si existen o no existen. Así pasa con el muro de la muerte, asusta y nunca lo enfrentamos. Si levanto la vista con sigilo por encima de las sábanas, los fantasmas revolotearán a mi alrededor, sostengo la mirada, y la mirada se internaliza, la calma llega más allá del temor o la confianza.
Estas tres dificultades, la ilusión de la conciencia que cree que tiene sentido, la confusión de la mirada que cree que capta el mundo externo, y la creencia en la nada, son propias de nuestro momento de evolución. Esta es la situación actual de la conciencia y por eso la búsqueda de sentido es también la búsqueda de un salto evolutivo. Me parece que ese es el intento que hacemos en estos Parque de Estudio y Reflexión en todo el mundo.