Encontré a Godi en el Parque Caucaia en Sao Paulo en Septiembre del 2008. No lo veía desde hacía años cuando nos reunimos junto a varios amigos para preguntarnos cómo se integra la muerte de una persona amada. Un encuentro inolvidable en que algo trascendente se nos insinuaba, nos reconciliaba y nos lanzaba hacia el futuro a la búsqueda del verdadero sentido. Godi ahora estudiaba el tema de la venganza y me invitaba nuevamente a reflexionar con él
Ambos quedamos muy conmovidos por la charla de Silo en Roma, cuando se le preguntó por la reconciliación social. Cómo hacen los pueblos que han sufrido guerras y exterminios para reconciliarse, o cómo lo hace uno mismo cuando ha sido dañado por la violencia en la vida personal o familiar. Silo dijo en esa ocasión que si queremos entrar de verdad en este tema meditemos sobre la Venganza; agregó que no podremos responder a la pregunta sobre la reconciliación social, si no entendemos cuan profundamente arraigada está en la cultura occidental la estructura de la venganza. “Esa creencia profunda de que se puede resolver algo haciendo sufrir al otro aquello que el otro me hizo sufrir a mí o a otras personas”.
Godi en su libro, investiga sobre la función que cumple la venganza en el siquismo y nos la va develando como un modo de restablecer un equilibrio, de compensar un núcleo de conflicto en que la venganza es una reacción instintiva para restablecer un equilibrio síquico. Incursiona en nuestras raíces, entra en la sicología del hombre paleolítico, intenta mostrar la utilidad de ese mecanismo cuando el ser humano luchaba para dominar la naturaleza, y cómo ese mismo mecanismo trasladado en épocas históricas, nos está llevando a la autodestrucción. Indaga comparando culturas y descubre cómo en las culturas orientales surgieron grandes hombres capaces de saltar por sobre su violencia proponiendo la no violencia
La venganza consiste en dañar a otro que me ha dañado. Se trata de un castigo que infrinjo a otro por el mal que me ha causado. El castigo y la venganza son existencialmente sinónimos. La venganza se ejecuta aplicando un castigo. Puede ser que no nos consideremos a nosotros mismos vengativos, pero es muy probable que apliquemos sanciones a nuestros hijos, amigos, subordinados etc. Cuando es la Justicia la que aplica el castigo, no lo llamamos Venganza. El castigo no es decidido por mis impulsos rabiosos, sino que es decidido por los códigos de un acuerdo social concebido previamente y se supone con cierta racionalidad. Sin embargo, en el trasfondo de esos códigos jurídicos, prevalece la punición, el castigo y el sentimiento de venganza que arrastramos desde nuestros antepasados homínidas.
“Yo no quiero venganza, quiero justicia”, decimos. No quiero aplicar el castigo con mis propias manos, quiero que sea la sociedad la que me devuelva la dignidad al juzgar al que me dañó y lo castigue; quiero que quede un antecedente público de que esa acción es condenable y un mal ejemplo para todos. Es decir no sólo quiero el castigo al culpable, quiero mi propia reivindicación, mi propia afirmación, a través del castigo del otro. El daño que se me causó, además del daño mismo, me quitó dignidad, me quitó humanidad y esa dignidad, esa humanidad arrebatada es la que quiero recuperar mediante el castigo del otro.
Así, la venganza no sólo busca dañar al otro por el daño que me hizo, sino que busca, y esto es lo importante, recuperar mi humanidad y dignidad arrebatada por el culpable y lo realizo quitándole su dignidad y su humanidad.
“¿Cuándo será el día que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda?”. Es una canción del siglo pasado. ¿Por qué no se cantaba “cuándo será el día que todos comamos pan”? Porque la pobreza, no sólo es pobreza, es dignidad humana arrebatada, en este caso por los ricos. No sólo quiero comer pan quiero mi humanidad, mi espacio en la sociedad, mi dignidad humana.
Entonces, la venganza se nos aparece como un mecanismo sicológico para recuperar la humanidad que creo que se me ha arrebatado.
El sujeto de mi venganza, al que considero culpable, experimentará lo mismo y comenzaremos el círculo de la violencia hasta que cada bando destruya al otro, es decir hasta la autodestrucción humana, o al menos hasta la autodestrucción de esa cultura basada en la venganza.
Tenemos que considerar en esta reflexión, que el ser humano, no es su pasado, es esencialmente su futuro, está proyectado al futuro. Por tanto la venganza, no sólo es sobre algo que me sucedió, está proyectada a futuro por el daño que me causará el otro, por la humanidad que me será arrebatada por el otro si llega a tener esa posibilidad. Entonces habrá que dominarlo, someterlo, explotarlo, impedir como sea que tenga la posibilidad de dañarme a futuro. Es la venganza por el futuro, o por mi temor al futuro.
Avancemos. Estamos poniendo énfasis en que la venganza, si bien se ejecuta causando un daño al otro similar al que me causó, lo que busca es recuperar la humanidad arrebatada. Pero ¿qué es esto tan preciado que llamamos humanidad y que me fue arrebatado y qué es lo que recuperé efectivamente cuando consumé mi venganza? Se trata de algo importante, que hace a la esencia de mi vida. Con el daño que se me infringió se me quitó algo esencial, algo de la esencia de mi vida. Eso que se me quitó hace que mi vida pierda su razón de ser, su sentido. Entonces con la Venganza busco recuperar la esencia y el sentido.
El motor de mi venganza no es simplemente dañar al otro, es extraer del otro una esencia vital que perdí con el daño que me causaron. El ojo por ojo, no busca el ojo del otro, busca extraer del otro esa esencia de mi humanidad que perdí cuando perdí el ojo.
No definamos esa esencia, pero es lo que me hace humano, lo que me da sentido. ¿Por qué el daño que se me causó lo experimento como pérdida de sentido?
Estamos en el núcleo de la cuestión. Acaso en el momento anterior al daño, ¿estaba en presencia de esa esencia, de ese sentido? ¿Efectivamente experimentaba en mí la “humanidad”, la dignidad humana”? Pues no, el sinsentido precede y sucede al acto de venganza. Es desde el sinsentido que es posible la venganza. Es desde el estado ilusorio de la conciencia que cree que tiene sentido, en que es posible creer que con la venganza lo recupera. Nuestra reflexión sobre la Venganza nos llevó a la pregunta por el Sentido de la existencia.
En esa charla de Silo que mencioné al comienzo, en Roma, en el Parque Attigliano, él nos recordaba el Zaratustra de Nietzschez, diciendo ¡salvemos al hombre de la venganza! Zaratustra baja de las montañas para visitar a los hombres y lo primero que le llama la atención es que estos no sepan que Dios ha muerto. La muerte de Dios hace suponer a Nietzschez la posibilidad de un nuevo ser humano, y éste es el regalo que les trae desde las altas montañas. El hombre es algo que debe ser superado les dice, les traigo al superhombre. Desde la mirada que estamos llevando, la muerte de Dios, es el sinsentido, no verlo, es la ilusión de la conciencia creyendo que tiene un sentido que ya no tiene: Dios ha muerto. Nadie escucha a Zaratustra y todos prefieren al último hombre. “Conviértenos en el último hombre”, le gritan y quédate tú con tu superhombre. El último hombre, el que inventa la felicidad porque no tiene la experiencia de la felicidad, el que se droga y se fuga para olvidar la muerte de Dios y su propia muerte.
A finales del siglo del 1800, todavía no llegaba el último hombre pero hoy está entre nosotros. Ya no es posible esperarlo, ya está aquí y en el eco de las altas montañas se escucha en el rumor de los ríos la frase “el hombre es algo que debe ser superado”
Santiago, verano del 2009
Dario Ergas
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