20 de octubre de 2010

El regresar de la muerte. La compasión. El Mensaje

(Notas de Conversación con SILO, en Buenos Aires, el 29 de mayo de 2004)

Silo me pregunta acerca de mi salud y del grado de preocupación que tengo por ella y por mi edad (61 años). Luego hablamos de un amigo que ha estado muy enfermo, al borde de la muerte. Se menciona a Salvatore. Entonces traigo a colación una experiencia que tuve mientras dormía, una noche del mes de abril, de la que le había comentado algo en un mail en aquella ocasión. Me propone que la describa paso por paso y también los registros de los días subsiguientes.

La experiencia: estoy durmiendo y de pronto comienzo a experimentar -a darme cuenta...- que las funciones vitales están cesando, siento como si se fueran apagando paulatinamente unas luces, como cuando alguien va pasando de una habitación a otra en una casa, y va apagando una a una las luces de las habitaciones. Registro con total claridad y certeza que me aproximo al momento final de mi existencia en este plano, que ya no habrá posibilidades de “hacer” más nada en este mundo, en este plano, que ya no podré “operar” más con mi cuerpo, que no hay “marcha atrás” posible.

Todo esto es textualmente lo que iba sintiendo y pensando durante la experiencia, por lo cual no la clasifico como un sueño, aún cuando estaba en el estado de sueño y no de vigilia, ni siquiera de semi-sueño. Sé que voy a morir, y temo no saber encontrar el camino que me lleve hacia la Luz, hacia la trascendencia. Entonces, asustado, llamo a mi Guía.

Allí termina esa parte de la experiencia.

Cuando despierto, todavía de madrugada, no sé cuánto tiempo ha pasado. Pero, sentado en el borde de la cama, puedo rememorar muy vívidamente todo lo sentido y pensado. En los días que siguieron veía y sentía a la gente y a los objetos como estando (o siendo) -ellos- muy lejos y bajo un aspecto “extraño”, como de “otro mundo”. No era nada similar a los registros que todos conocemos y que son alcanzables mediante el trabajo sostenido a lo largo del tiempo con la atención dirigida, registros que nos permiten “tomar distancia” del mundo externo y no identificarnos o fascinarnos con él.

Silo me comenta que -muy probablemente...- sufrí alguna “disfunción” cardíaca o cerebral mientras dormía y que efectivamente estuve a punto de morir, pero que a último momento “tomé un desvío”. Que esa suerte de sueño que tuve fue la traducción que conciencia fue haciendo de las señales que iban llegando del intracuerpo.

Me pregunta que qué hubiera pasado si me hubiera muerto, le respondo que lo hubiera lamentado ya que habrían quedado algunas cosas inconclusas, y le digo cuáles son (temas de reconciliaciones, de reparaciones de errores cometidos, de situaciones familiares que quisiera dejar mejor resueltas). Inmediatamente -y sin haberlo pensado previamente...- le digo que en realidad el tema fundamental, lo que verdaderamente me preocupa más, es el hecho que soy un completo ignorante acerca de esa otra realidad, de esos otros planos de existencia que sé existen más allá de este plano, de esta realidad determinada por nuestro cuerpo y nuestra conciencia.

Le digo que tengo certeza en que esa realidad existe, Es, y que tanto él como otros Maestros la conocen perfectamente. Que mi “saber” es completa y superficialmente “teórico”, unas pocas ideas tomadas de sus explicaciones y de las de otros Maestros, pero que en verdad no tengo ningún registro experiencia, es decir, válido de aquello. Que a lo que en verdad aspiro es a poder ir más allá de esa puerta de “la muerte” y poder regresar aquí, a este cuerpo y a este mundo. Entonces Silo dijo: “¡Ah, eso sí que es muy interesante! ¡ Porque cuando uno vuelve, vuelve con las alforjas llenas! Y por eso se ha dicho:

“Quien muere antes de morir, no morirá jamás”. Entonces le pregunto sobre cuáles serían las recomendaciones que podría hacerme para ir preparándome y construyendo ese “saber hacer”, ese conocimiento que permite ir y regresar. Para mi sorpresa, comienza a hablar de los budistas y de su búsqueda de la conciencia lúcida, del Nirvana, de la Trascendencia personal. Dice que por supuesto que eso está muy bien y que están en todo su derecho, pero que eso no fue lo que hizo el Buda, quien regresó por compasión hacia el género humano.

Porque el proceso de esta especie ya lleva dos millones de años, es lento y también hay retrocesos, pero se ha movido, se ha avanzado, sin duda que sí, y eso ha sido posible porque siempre, en todas las épocas, ha habido algunos que han “empujado” y otros -la gran mayoría...- que han hecho resistencia. Que no es posible ver esto desde la perspectiva de una vida individual porque, claro, es muy corta, y estos son procesos y etapas a escala cósmica.

Pero que tiene que haber siempre gente que se ocupe de “empujar” el proceso en la dirección del avance de la especie humana. Y que eso es posible solamente merced al amor y la compasión. Más tarde hablamos de la situación en Irak y Medio Oriente, y del problema que representan los chiítas, cuya concepción religiosa de la vida y de la muerte los convierte en adversarios prácticamente imposibles de comprender -y en consecuencia de vencer- para la mentalidad occidental.

Los chiitas son la primera herejía dentro del Islam, surgida en Persia cincuenta años después que los musulmanes la invadieran y obligaran a toda la población a convertirse. Los que no lo hacían, y tampoco lograban huir, eran asesinados, (tal el caso de los “parsis” de Bombay, actualmente quedan solo 20.000, que son los descendientes de los mazdeistas iranianos que lograron escapar de la masacre).

En los chiítas está viva la base mazdeísta-zoroastriana por debajo de las enseñanzas de Mahoma. Mencionó el grave problema que enfrentan los gobiernos árabes laicos (Egipto y Argelia, por ejemplo) ante el crecimiento del fundamentalismo religioso en sus países. Y cómo ese crecimiento podría repercutir y agravar más aún el conflicto mundial actual. Que hay muchos casos en la historia de “paranoia colectiva”, los aztecas, la guerra civil española, el Khmer Rouge de Camboya y los nazi-fascistas europeos, que si hubieran ganado la guerra -dijo- habrían empezado al poco tiempo a matarse entre ellos. Dijo que la situación es muy peligrosa y que es inútil tratar de desconocer ésto, de “negarse a ver” y esconder la cabeza bajo tierra diciendo “esto es terrible, esto no puede ser”.

Más tarde se mencionó el crecimiento de las sectas cristianas, especialmente (en Argentina) de una cuyo origen está en Brazil y en cuyos templos (muy grandes, en general) se reúne mucha gente. El Negro dijo entonces: “Y bueno, si la gente no tiene otro lugar adónde ir, va allí. ¿Qué otra cosa podría hacer?¿Quedarse en sus casas?” La conclusión obvia, pero que no quise dejar de expresar fue: -“Negro, por eso es necesario que haya salitas y salas del Mensaje diseminadas por todo el mundo ¿verdad?” - “Claro, si nosotros damos una opción, mucha gente va a participar”.

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