Pero hoy estamos en una celebración. Y como hoy estamos en una celebración, y en algunas celebraciones la gente intercambia presentes, quisiera hacerte un regalo que, por cierto, tú verás si merece ser aceptado. Se trata, en realidad, de la recomendación más fácil y práctica que soy capaz de ofrecer. Es casi una receta de cocina, pero confío en que irás más allá de lo que señalan las palabras...
En algún momento del día o de la noche, aspira una bocanada de aire e imagina que llevas ese aire a tu corazón. Entonces, pide con fuerza por ti y por tus seres más queridos. Pide con fuerza para alejarte de todo aquello que te trae contradicción; pide porque tu vida tenga unidad. No destines mucho tiempo a esta breve oración, a este breve pedido, porque bastará con que interrumpas un instante... un instante, lo que va sucediendo en tu vida para que en el contacto con tu interior se despejen tus sentimientos y tus ideas.
Alejar la contradicción de uno mismo es superar el odio, el resentimiento y el deseo de venganza. Alejar la contradicción es cultivar el deseo de reconciliación con otros y con uno mismo... el deseo de reconciliación con otros y con uno mismo. Alejar la contradicción es perdonar y reparar dos veces cada mal que se haya infligido a otros.
Esta es la actitud que corresponde cultivar. Entonces, a medida que el tiempo pase comprenderás que lo más importante es lograr una vida de unidad interna que fructificará cuando lo que pienses, sientas y hagas vaya en la misma dirección. La vida crece por su unidad interna y se desintegra por la contradicción. Y ocurre que lo que haces no queda solo en ti sino que llega a los demás. Por tanto, cuando ayudas a otros a superar el dolor y el sufrimiento haces crecer tu vida y aportas al mundo. Inversamente, cuando aumentas el sufrimiento de otros, desintegras tu vida y envenenas el mundo. ¿Y a quién debes ayudar? Primeramente, a quienes están más próximos, pero tu acción no se detendrá en ellos.
Con aquella “receta” no termina el aprendizaje sino que empieza. En aquella “receta” se dice que hay que pedir, pero ¿a quién se pide? Según lo que creas, según lo que creas..., según lo que cada uno crea, y cada uno tiene el derecho de creer lo que quiera... según lo que creas..., será a tu dios interno, o a tu guía o a una imagen inspiradora y reconfortante. Por último, si no tienes a quién pedir tampoco tendrás a quién dar y entonces mi regalo no merecerá ser aceptado.
Más adelante podrás considerar lo que explica el Mensaje en su Libro, en su Camino y en su Experiencia. Y también contarás con verdaderos compañeros que puedan emprender contigo una vida nueva.
En aquel simple pedido, hay también una meditación que se orienta hacia la propia vida. Y ese pedido y esa meditación irán cobrando fuerza como para transformar las situaciones cotidianas.
Avanzando de ese modo, tal vez un día captes una señal. Una señal que se presenta a veces con errores y a veces con aciertos. Una señal que se insinúa con mucha suavidad, pero que en contados momentos de la vida irrumpe como un fuego sagrado dando lugar al arrobamiento de los enamorados, a la inspiración de los artistas y al éxtasis de los místicos. Porque, es conveniente decirlo, tanto las religiones como las obras de arte y las grandes inspiraciones de la vida salen de allí..., salen de allí, de las distintas traducciones de esa señal y no hay por qué creer que esas traducciones representen fielmente el mundo que traducen. Esa señal en tu conciencia es la traducción en imágenes de lo que no tiene imágenes, es el contacto con lo Profundo de la mente humana, una profundidad insondable en que el espacio es infinito y el tiempo eterno.
En algunos momentos de la historia, se levanta un clamor, un desgarrador pedido de los individuos y los pueblos. Entonces, desde lo Profundo llega una señal. Ojalá esa señal sea traducida con bondad en los tiempos que corren, sea traducida para superar el dolor y el sufrimiento. Porque detrás de esa señal están soplando los vientos del gran cambio.
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