Pintura Rafael Edwards
El abismo
Como en mis sueños de niño,
me paro al borde del abismo
y cierro los ojos
para sentir la vastedad de su nada peligrosa y atrayente.
¡Ay, pero debo abrir mis ojos!
Miro la profundidad inmensa y me sobrecojo,
Mi mirada retrocede intimidada
y se posa sobre mis pies descalzos,
humildes porciones de carne, hueso y sangre palpitante
¿Qué podrán ellos contra tí, abismo?
Me ruborizo y late mi cuerpo,
Mis ojos se inundan en lágrimas de rebeldía.
…Y de pronto afloras de lo más profundo de mí.
¡Ay niña!
¡Qué ganas de verte derrotando a la muerte,
dios tirano y truquero!
¿Qué harás para que tus ojos
penetren montañas y selvas enmarañadas,
sabios al fin?
Te hablaré dulcemente,
con aspereza,
con compasión,
sin descansar,
hasta que sepas que todos somos dioses,
sagrados.
Entonces haremos una ronda de cientos,
de miles,
y con las manos enlazadas
celebraremos la muerte de la muerte.
Y vendrán aguas de mil colores
A quitar de nosotros todo vestigio de sufrimiento,
de mezquindad,
de pequeñez.
Niña, un día volaremos sobre el abismo,
livianos,
luminosos,
reconciliados y despiertos.
Imperecederos.
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