9 de marzo de 2009

Mujeres: La Copa Vacía


Por Luis Ammann

Internacional Humanista" href="http://luisammann.com.ar/category/actividades/internacional-humanista/" rel="category tag" target="_blank">Internacional Humanista,

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En los Estados Unidos de Norteamérica, en los comienzos del desarrollo capitalista y ya entrado el siglo 20, las condiciones laborables eran infrahumanas. La cantidad de horas que se trabajaba era “entre setenta y ochenta horas semanales incluidos sábados y domingos” según consigna como testimonio de una obrera Howard Zynn (La otra historia de los Estados Unidos. Madrid, 1999). “El sábado a la tarde -continúa el testimonio- colgaban un cartel que ponía:”Si no vienes el domingo, no hace falta que vengas el lunes”. No había seguridad, salubridad e higiene. Se trabajaba bajo llave, hacinados hombres y mujeres y muchos obreros con hijos llevaban los niños al taller, donde jugaban a ayudar a sus padres. Por cierto a nadie se le pagaba por jugar.

Es conocido, pero no por eso menos recordable, que el día 25 de marzo de 1911 se produjo un incendio intencional en los talleres donde un año atrás se había realizado una protesta que lanzó a las calles a miles de obreras en el llamado “levantamiento de las 20.000”. Era la fábrica “Compañía de Blusas el Triángulo”, y el incendio comenzó en el octavo piso del edificio dejando un saldo de 146 muertos ante la impotencia de los bomberos cuyas escaleras de incendio llegaban sólo hasta el séptimo.

En un acto homenaje el 2 de abril, en el Metropolitan Opera, René Schneidermann señaló: “Mientras que nuestras vidas no valen nada, la propiedad privada es sagrada. Hay tantas de nosotras para un trabajo que poco importa si son 146 las que caen quemadas hasta la muerte”.

Este hecho fue el hito de recordación que determinó la celebración del día de la mujer trabajadora, en fechas diferentes según los países y las ideologías. En 1917, el 8 de marzo, las mujeres de San Petesburgo encabezaron manifestaciones en contra del hambre y la miseria de la Rusia de los Zares y, cuando ya se había consolidado, la revolución bolchevique consagró el día a la mujer comunista. En 1952 las Naciones Unidas le dieron carácter de Día Internacional de la Mujer.

En la Argentina las mujeres han sido protagonistas en todos los momentos históricos relevantes y han sido pioneras en sacudir el yugo paternalista, lucha titánica porque hay que recodar -solo como ejemplo- que el Código Civil de 1870 les negaba los más elementales derechos civiles y jurídicos.

Es injusto hacer nombres y no vamos a cometer a sabiendas una injusticia. Pero la empresa de rescatar los aportes de las feministas argentinas a la sociedad puede ser motivo de un libro que resultará escandaloso para más de uno.

Sólo como muestra del lugar donde estamos parados, un diario de hoy en Buenos Aires consigna: “mujeres directivas: son pocas y ganan menos que los hombres”. Más adelante agrega que la mitad de las compañías locales no tiene ninguna mujer en cargos gerenciales”.

Se suele dar como una prueba que determina si la visión del observador es optimista o pesimita: la copa tiene líquido hasta la mitad y uno dice: “está medio llena” y el otro “está medio vacía”. Este juego de miradas es aplicable a la lucha de las mujeres por superar la doble explotación que sufren por su género y por ser trabajadoras.

Lo peor que nos puede pasar en este momento -en que los logros que venían ascendentes dibujan una meseta en los últimos años- es que caigamos en el cliché de que “mucho se ha avanzado”. En realidad es mucho lo que falta para que no sólo haya paridad sino para que no sea tema la discriminación de la mujer, es decir, de la mitad o más de la especie humana. Mientras no se consiga todo la copa, en nuestra mirada, aún está vacía.

Hay, amigas y amigos, mucho por hacer.

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