13 de febrero de 2009

La Tortura, ese infierno

Por Luis Ammann (autor del libro Autoliberación)

Internacional Humanista" href="http://luisammann.com.ar/category/actividades/internacional-humanista/" rel="category tag" target="_blank">Internacional Humanista, A Novedades

Es una nota de Juan Cruz Sarmiento, un militante que habla desde la perspectiva de los torturados. Nos la acerca el Profesor Luis Alberto Moreno, dirigente de la democracia cristiana de San Luis. La transcribimos casi en su totalidad a pesar de su extensión, porque sus conceptos merecen leerse y meditarse. No hay odio en Juan Cruz sino un testimonio de dolor y una enseñanza. Es imprescindible ponerse por una vez en el lugar del otro para entender lo que pasa con esta práctica que hoy es admitida en los Estados Unidos de Norteamérica y que se practica en secreto en muchos lugares del mundo “civilizado”.

“Este es mi último artículo de los tantos que escribí para El Popular; la revista 30 Días; para otros medios independientes que tuvieron relevancia en San Luis; o para algún medio nacional; y en algún caso internacional. Y luego será el silencio de quien ya no cree que la prédica desigual de la palabra dicha o escrita, sea una alternativa para la difusión de la verdad sino que la verdad pareciera hija del poder…”

“Hablaré de las sensaciones y el padecimiento del torturado. De los torturados. (…) La tortura como recurso de exterminio no busca la eliminación física rápida del detenido, para eso está la ejecución sumaria del balazo, el asesinato repentino o casi inmediato del prisionero, también horroroso y deplorable.

“La tortura camina por los límites de la vida y se ensaña hasta el umbral mismo donde comienza la muerte. No es solamente el dolor físico causado por la diversa variedad de golpes inesperados del torturado atado y cegado, en todas las partes de su cuerpo. No es solo la quemadura de cigarrillos encendidos o el terrible retorcimiento de la descarga eléctrica. Tampoco es sólo el ahogo y la asfixia por la inmersión del torturado adentro de un tacho con agua descompuesta, maniatado y desnudo…y si es cierto que la imagen enseña lo que no pueden expresar las palabras, habría que ver el rostro y el cuerpo de un torturado en ese mismo momento, para darse cuenta de su desesperación y tomar conciencia del extremo sufrimiento de los que la padecen. O padecieron.

“La tortura es un proceso criminal que busca aniquilar la resistencia, matar hasta los vestigios de humanidad, convertir en objeto al sujeto que es víctima de ella, acabar con su autoestima, derretir la conciencia hasta liquidar el pensamiento. Transformar en guiñapos su piel golpeada, su carne macerada, sus huesos heridos, y sobretodo, alterar su conciencia, perturbarla, al punto tal de confundir cordura con locura en un trance constante hacia la despersonalización. Ante cosa semejante, y aunque cueste decirlo, es preferible la muerte ya que la vida, después de la tortura sigue siendo en muchos casos, otra tortura, de la que devienen sentimientos de humillación, culpa, paranoias que transmutan en infierno las vivencias de la víctima. Y en estas circunstancias la sociedad no ayuda, los Estados se desentienden y las organizaciones humanitarias, en muchos casos, no en todos, no alcanzan a comprender la dimensión del daño, cuestiones que arrinconan a la víctima a un territorio de indiferencia que en mucho se parece a una tácita sentencia condenatoria.

“Y en este proceso de desmembración, destrucción, corrosión y desgaste, no interviene solo el golpe, la descarga eléctrica o la asfixia por inmersión. También intervienen los insultos, el grito, la amenaza constante que recibe el torturado contra él o sus seres queridos que el no sabe si están o dónde están. Interviene el acrecentamiento ex profeso del sentimiento de soledad. Ignora hasta el lugar donde se encuentra, o la hora del día que a veces puede inferir por los ruidos lejanos. Quien nunca padeció cosa semejante apenas si podría imaginar lo que el torturado siente, padece, sufre. No son pocos los testimonios de ex presos que en las cárceles de la dictadura sufrieron castigos prolongados en los calabozos, o en celdas de aislamiento como las llamaban entonces. “Ellos sufrieron allí, además del dolor físico del golpe, hasta alucinaciones donde conversaban con seres del pasado o figuras inexistentes. Y la tortura sistemática, fue peor que eso.

“Quienes pusimos el pecho en 1976, sin escondernos, ni borrarnos, pagamos -quien más, quien menos- las más duras consecuencias: esto es, la tortura, la cárcel, el exilio, la desaparición. Y hasta la infamia.

“Valga decir que en el proceso inhumano de la tortura, toda resistencia tiene un límite. No es una película de ficción. Y el límite está más allá o más acá, tiempo más o tiempo menos, en la gran mayoría de los casos. ¿Quién, sin malas intenciones, puede arrogarse el derecho de juzgar livianamente los límites de un torturado? ¿Quién?…

“Podría hacerse referencia a las estructuras psíquicas, a las convicciones, a los ideales temporalmente vencidos, a la fortaleza física…quizá la ciencia alguna vez pueda dilucidarlo.

“En San Luis, al igual que en el resto del País, se vivió un atroz plan de exterminio. La dictadura practicó sistemáticamente la tortura sobre los presos políticos, y en mi caso, que estuve encarcelado en distintas cárceles del País durante 7 años, ocho meses y diez días, también fui un torturado.

“Dijo José Martí:los que no tuvieron el valor de sacrificarse por los demás (con éxito, o sin él), tengan al menos el pudor de callarse ante los que se sacrificaron”.

“Abrazo fuerte a los compañeros y amigos que, llenos de humanidad, comprenden. Y comprendo a los que aún no logran comprender.”

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