Tomás Hirsch/ Es lamentable ver como los gobiernos de Sudamérica se han lanzado en una nueva carrera armamentista desenfrenada y de consecuencias impredecibles. Si por ahora eso no se ha traducido en guerras abiertas, mañana serán otros quienes gobiernen en la región y podrían utilizar sus compras actuales. Sólo las poblaciones pueden detener esta locura colectiva que comienza a divisarse.
Pressenza/ Santiago/ Las siete bases norteamericanas que se están instalando en Colombia han tenido su respuesta en una compra de armamento por parte de Brasil a Francia por miles de millones de dólares, que junto a la sofisticación tecnológica de su propia industria de armamentos es un nuevo eslabón en este peligroso camino. A su vez, para no quedarse atrás, Venezuela salió a comprar al mercado ruso, mientras Chile renueva constantemente su poderío aéreo, terrestre y naval, para “disuadir” a sus vecinos.
Lo más fantástico es que nos explican que todo esto no es una carrera armamentista sino que se trata solamente de la modernización del sistema de defensa para combatir el terrorismo y el narcotráfico. Esa argumentación es tan desproporcionada como pretender matar moscas con artillería pesada.
UNASUR no ha tomado un buen camino, ha seguido la compulsión de nuevo rico aumentando su poder de fuego peligrosamente. Las consecuencias son impredecibles. Se ha puesto el destino de Latinoamérica en manos de los ejércitos. Los políticos ya quedaron fuera de juego, atrapados e inmovilizados entre los ejércitos y el poder económico. La industria de armamento sigue abriendo mercado, las potencias mundiales han decidido sortear la crisis económica vendiendo armas al continente, y nuestros políticos han encontrado un lenguaje para calmar su conciencia, hablando de “renovación tecnológica”, “combate al terrorismo y al narcotráfico”, “poder de disuasión”.
Con preocupación lo digo, UNASUR perdió su rumbo. Las enormes compras de armamento sólo reflejan que los gobiernos calculan que en el futuro no se pondrán de acuerdo en nada y sólo la relación de fuerzas será lo que prevalezca en la resolución de conflictos. Seamos claros, eso va en dirección contraria al intento actual de integración. Eso es simplemente dominio de los más fuertes sobre los débiles.
El choque cultural al interior de los países, no sólo con los pueblos originarios que se han levantado en toda América, sino con las subculturas urbanas y juveniles y la violencia imparable en la vida cotidiana y doméstica aparece como sin relación con esta macro violencia continental. Sin embargo ambas son reflejo de la misma enfermedad, una pandemia de violencia está atacando la conciencia de la población mundial.
Este es el escenario en que se inicia la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia. Sólo las poblaciones pueden detener esta locura colectiva que comienza a divisarse. No seamos indiferentes a esta acción mundial que se inicia el 2 de Octubre en Nueva Zelanda. Posicionémonos a favor de la Paz, a favor de la No Violencia, exijamos a nuestro propio gobierno el desarme y la reducción del presupuesto bélico.
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